Adam Selipsky, CEO de AWS, la plataforma dominante de computación en nube de Amazon, ve paralelismos entre el bombo publicitario en torno a la IA y la avalancha de empresas que esperan sacar provecho de la tecnología emergente con la burbuja de las puntocom en la década de 1990.
«Si nos remontamos, por ejemplo, a 1997 y nos preguntamos si Internet estaba infravalorada o sobrevalorada, yo diría que estaba infravalorada o sobrevalorada. Yo diría que estaba infravalorada», declaró a Wired en una conferencia de la Harvard Business School celebrada el fin de semana. Pero si nos preguntamos: «¿Las empresas líderes de entonces estaban sobrevaloradas? Sí, lo estaban».
Más tarde, volvió a la amplia desestimación, diciendo: «Algunas empresas de IA en el centro de la tormenta están masivamente sobrevaloradas», y explicando que el futuro de las empresas que lanzan MVPs para mostrar trucos de IA puede toparse con la fría y dura realidad.
«Puede ser muy caro una vez que entran en producción», dijo.
Selipsky no es el único que se muestra cauto. OpenAI es la empresa en la que todo el mundo piensa cuando se menciona la palabra IA, pero su Director de Operaciones, Brad Lightcap, afirmó en una entrevista reciente que la idea de que la IA «puede suponer un cambio sustancial para las empresas» es exagerada.
«Y para los más interesados en la IA de código abierto, Emad Mostaque -director general de Stability AI, desarrolladores de Stable Diffusion- se sitúa en el mismo bando que Selipsky y Lightcap. Cree que la IA podría traer lo que llamó «la mayor burbuja de todos los tiempos». Ouch.
Pero con burbuja o sin ella, Amazon puede ganar mucho dinero con este sector en expansión.
Como uno de los mayores proveedores de computación en la nube del mundo, AWS es una plataforma crucial para los desarrolladores de IA que necesitan grandes cantidades de potencia de cálculo para construir y ejecutar modelos complejos. Al margen de las exageraciones, Amazon está metida de lleno en el negocio y gana mucho dinero vendiendo las palas que mantienen viva la fiebre del oro de la IA.
La semana pasada, Amazon publicó sus resultados financieros trimestrales. La IA fue una parte sólida de la mezcla.
La compañía promocionó una nueva expansión de su compromiso con Salesforce, que utilizará AWS para «profundizar en los datos sobre las integraciones de IA» entre las dos empresas. Merck, un incondicional del sector de la salud, el minorista de comercio electrónico The Very Group, la empresa japonesa Mitsubishi, la coreana LG y varias otras empresas destacaron por sus iniciativas de IA.
El negocio de las infraestructuras informáticas es ahora mismo un oligopolio. Amazon, Microsoft y Alphabet (Google) son las fuentes a las que acuden los desarrolladores de IA cuando necesitan hiperescaladores en la nube para entrenar sus modelos. Dominan el mercado.
Pero AWS no solo vende infraestructura: también trabaja en sus propios productos de IA.
El gigante tecnológico anunció recientemente una inversión de 4.000 millones de dólares en la startup de IA Anthropic, creadora del chatbot Claude. Es uno de los mayores rivales para ChatGPT de OpenAI. La empresa también está desarrollando su propio asistente de IA: Q. Hasta ahora, la lista de funciones incluye un generador de imágenes y un modelo de lenguaje de gran tamaño (LLM) propio para potenciar las interacciones de Alexa basadas en las consultas de los usuarios.
«Las nuevas capacidades genAI como Bedrock, Q y Trainium han resonado entre los clientes y están empezando a reflejarse en nuestros resultados generales», señalaba Andy Jassy, CEO de Amazon, en el informe.
La cautela de Selipsky vino acompañada de un reconocimiento del potencial de la IA. «Creemos que la IA generativa será transformadora», afirmó. Y los analistas independientes están de acuerdo. El negocio de la IA podría aportar más de 4 billones de dólares a la economía mundial, según las estimaciones de expertos como McKinsey y JP Morgan.
Imagen: Tradingview
Con la IA, como en cualquier fiebre del oro, la venta de palas puede resultar más lucrativa que la persecución de reclamos especulativos. Pero para Amazon, por si acaso, no parece mala idea cavar sus propios agujeros.
