En una extraordinaria confluencia de tecnología y fe, más de 300 cristianos protestantes se congregaron en Alemania para celebrar un servicio religioso único orquestado en gran medida con herramientas de IA. Durante los 40 minutos que duró el servicio -que incluyó oraciones, sermones, bendiciones e himnos-, los feligreses fueron guiados por una asamblea de discípulos digitales: cuatro avatares dirigidos por ChatGPT, compuestos por dos mujeres y dos hombres jóvenes.
La IA tampoco se limita al cristianismo. La gente ya interactúa con versiones de diferentes deidades de diversas religiones controladas por GPT.
Estas entidades de IA proporcionan un corpus completo de textos religiosos y, al estar limitadas a una visión del mundo específica, es poco probable que difundan información falsa u orientación sesgada. ¿Podría ser una interpretación tecnológica de la intervención divina, sin la molesta falibilidad humana de por medio?
Este particular salto de fe al mundo digital fue recibido con críticas dispares. Uno de los escépticos fue Heiderose Schmidt, un profesional informático de 54 años, que consideró que el sermón dirigido por la IA carecía de la calidez y la pasión típicas de un pastor humano.
«No había corazón ni alma; los avatares no mostraban emociones, no tenían lenguaje corporal y hablaban tan rápida y monótonamente que me resultaba difícil concentrarme en sus palabras», dijo a KTLA News.
Esta asamblea digital plantea la cuestión: ¿Debería la IA tener cabida en el ámbito religioso?
La capacidad de la IA para proporcionar información religiosa precisa es innegable, pero la ausencia de empatía -un elemento clave en la composición de cualquier líder religioso- representa una preocupación significativa. Una IA sigue careciendo del apoyo emocional y el liderazgo que suelen caracterizar a los líderes religiosos humanos.
Con el rápido desarrollo de las herramientas de IA, es concebible que nuestros futuros servicios religiosos sean dirigidos por reverendos robóticos y diáconos digitales. Sin embargo, como ilustra la experiencia de la congregación alemana, el camino hacia un paisaje eclesiástico dirigido por la IA está todavía sembrado de curiosidad y reservas.
No obstante, quizá haya cierta ironía divina en que una máquina pronuncie un sermón sobre el alma. Al fin y al cabo, como dice el refrán, «Dios obra de maneras misteriosas», y a veces esas maneras podrían implicar unas pocas líneas de código.
